Diseñada para resistir hasta un ataque nuclear, la red de redes fue la tabla de salvación para absolutamente todo lo que puso en jaque la pandemia del covid-19.
Si ya antes de la pandemia nos parecía un gran invento, ahora no quedan dudas de que estamos en la era de la conectividad y que la señal de WIFI es el pulso de nuestras vidas.
Internet nació como un proyecto del Pentágono durante los días de Guerra Fría. La idea era crear un sistema de comunicación a distancia adaptable y resiliente, eficiente y democrático, al que muchos pudieran conectarse y donde nadie estuviera necesariamente a cargo. No sabemos si, en 1969, los creadores de Internet vislumbraban un enemigo tan potente como el coronavirus, pero 2020 probó la resistencia de su invento. Y confirmó que sin Internet ya no podemos comprar, ni estudiar, ni trabajar, ni hacer trámites, ni comunicarnos, ni relacionarnos, etcétera, etcétera, etcétera.
El 29 de octubre se celebra internacionalmente el Día de Internet. Para honrarla, podemos presentar algunas estadísticas elocuentes:
- 4.57 mil millones de personas usan Internet en todo el mundo, lo que equivale al 60% de la población mundial.
- En los últimos 12 meses, el total de personas conectadas trepó a 346 millones, lo que equivale a un crecimiento de 8% interanual (aproximadamente 11 nuevos usuarios de internet por segundo desde julio de 2019).
- Más de 8 de cada 10 usuarios móviles declaran que Internet fue esencial para sobrevivir a la pandemia, porque les permitió sostener la educación de sus hijos (76%), mantenerse en contacto con amigos y familia (74%) y hasta mejorar su bienestar (43%).
Entre las revoluciones de este año, el trabajo remoto se consolidó como uno de los sostenes de la nueva normalidad. Desde las compañías más pequeñas hasta las más grandes tuvieron que adaptar sus modelos a equipos distribuidos, y muchas de ellas van a mantenerse así aún después de la crisis sanitaria. La conversión fue tan masiva que hasta acuñó su propio slogan: “Work is where the wifi is” (“Trabajo es donde hay wifi”) es el nuevo “Home is where the heart is” (“Hogar es donde está mi corazón”).
El trabajo remoto reduce los costos de producción, permite acceder al talento a distancia, mantiene los niveles de productividad con horarios flexibles, potencia la concentración, acaba con el eje trabajo-familia, reduce los desplazamientos y, en lo práctico, permite almacenar la información en la nube para que todos los miembros de un equipo estén alineados y puedan supervisar la ejecución de los procesos con transparencia y eficiencia.
Sin embargo, no alcanza con tener conexión para subirse a la nueva era. Una encuesta de OIT dice que el 50% de las pequeñas empresas del mundo necesitan en este momento asesoramiento para ganarse un lugar competitivo y que buena parte de la reactivación depende de su adaptación a las operaciones a distancia.
Entre otros proyectos surgidos para apuntalar la nueva economía, TransparentBusiness lanza un programa global de apoyo a las pymes hasta el 2022: una iniciativa que pone a disposición de todas las empresas y organizaciones de la región un paquete de beneficios que incluye licencias gratis de su plataforma para hasta 25 usuarios y acceso a un programa de capacitación para la gestión del trabajo remoto.
La pandemia dejó en claro que la conexión a Internet debería ser un derecho universal. Aunque todo lo demás es incierto, Internet se ganó un lugar en el podio de los grandes inventos de la historia, como la electricidad o el teléfono, y debería ser accesible para todos.